Michael Baden, conocido como el forense de las celebrities, lleva más de 20.000 autopsias a sus espaldas y su nombre es habitual en la crónica negra de EEUU.
El magnicidio de John Fitzgerald Kennedy, el asesinato de Martin Luther King, el caso O.J. Simpson, el suicidio de Jeffrey Epstein o la muerte del adolescente afroamericano Michael Brown a manos de un policía. Muertes que cambiaron la historia de EEUU y dispararon decenas teorías de la conspiración. Todas con un nombre propio en común: el doctor Michael Baden (Nueva York, 1934) participó de alguna forma en la búsqueda de una verdad más allá de la versión oficial.
A sus 86 años, Baden estima que ha llevado a cabo más de 20.000 autopsias. Apodado el forense de las celebrities, su nombre ha vuelto a la primera plana esta semana de rabia y tensión racial en las calles de EEUU. Los abogados de la familia de George Floyd ficharon al célebre forense para realizar una segunda autopsia independiente que contradice la versión oficial.
Homicidio por asfixia es la causa de la muerte según ese nuevo informe forense, que apunta directamente como responsable al agente Derek Chauvin, que ya está detenido e imputado en el caso. El examen del cadáver corrobora la brutal imagen de la rodilla del policía aplastando el cuello de Floyd durante ocho largos minutos. La presión de otros agentes sobre su cuerpo para inmovilizarlo cortó el flujo de oxígeno a su cerebro y le causó en última instancia la muerte, que fue certificada minutos después en el hospital.
La agonía de Floyd, retransmitida en directo y multiplicada en las redes sociales, es el último episodio de la brutalidad policial contra la población negra de EEUU. Sólo desde 2015, más 1.200 afroamericanos han muerto a manos de la policía en tiroteos o detenciones donde los agentes se extralimitaron en el uso legítimo de la fuerza.
El doctor Baden, criado en el Bronx de Nueva York, ha sido un activo militante de la causa #Blacklivesmatter. Antes de ser reclutado por la familia de Floyd, participó en otros sonados casos de violencia policial que despertaron conciencias e incendiaron las calles de Estados Unidos.
Destaca el caso de Michael Brown, el joven negro que murió a tiros en Ferguson, Misuri, en 2014. Brown, que iba desarmado, protagonizó un forcejeo con un agente de la policía que terminó con su muerte. El policía alegó que el arma se le disparó durante la trifulca pero la autopsia privada dirigida por Baden revelaba que el cuerpo del chaval de 18 años recibió hasta seis disparos de bala, dos de ellos en el cráneo. La muerte de Brown, que iba a ser detenido por un presunto robo en una tienda, desembocó en varias noches de protestas y disturbios en las afueras de Saint Luis.
Otro de los casos estrella de este forense asiduo comentarista de Fox News y habitual cara de los documentales de crímenes en HBO es la muerte de Jeffrey Epstein. El depredador sexual de la élite apareció ahorcado en su celda meses después de ser condenado por tráfico de menores en 2019. Un suicidio de manual hasta que las conspiraciones lo inundaron todo y el doctor Baden entró en escena.
“Las pruebas apuntan a un homicidio más que a un suicidio”, dedujo en programas y portadas tras un nuevo examen forense a instancias de los familiares de Epstein. Según su investigación, las lesiones que aparecieron en el cadáver del poderoso millonario, incluida una rotura del hioides en el cuello, eran “muy poco habituales en los casos de suicidio”.
Esta revelación, en un país con tanta apetencia por las conspiraciones y las teorías alternativas, no hizo más que engrandecer la leyenda del doctor Baden como un forense mediático empeñado en buscar la verdad caiga quien caiga.
“No hay una cámara de televisión que no le guste”, resume el doctor Lowel Levine sobre Baden en el Washington Post. Compañeros de profesión y criminólogos reconocen en privado la gran afición del forense de las celebrities por los medios de comunicación y su poder de influencia: “Sabe muy bien cómo dar un buen titular”.
La carrera mediática del doctor Baden no es nueva. Siempre ha estado ahí cuando se hablaba de muertes impactantes e imprevisibles. En 1977, el Congreso de EEUU puso en marcha una comisión para revisar la verdad oficial de los asesinato de JFK y Martin Luther King y encargó a Baden la misión de liderar el equipo forense.
En sus memorias, criticó que los forenses encargados de examinar por primera vez el cuerpo del presidente demócrata no tenían experiencia en autopsias con heridas de bala. Sin embargo, sus investigaciones para el Congreso le condujeron a la misma conclusión que la versión oficial: Lee Harvey Oswald actuó solo y no hubo un segundo implicado en el magnicidio.
De igual manera, tras revisitar el caso de Luther King, Baden concluyó que no había lugar a las conspiraciones: James Earl Ray fue el único responsable del asesinato del legendario defensor de los derechos de los afroamericanos.
Las investigaciones sobre JFK y Luther King elevaron la reputación de Baden, que décadas después cambió el rigor del Congreso por juicio más mediático de la historia reciente de EEUU. Contratado por la defensa del célebre O.J. Simpson, Baden desafío la versión de los fiscales de la acusación sobre la muerte de Nicole Brown y Ronald Goodman y puso en cuestión la veracidad de los hallazgos forenses en el lugar del crimen.
Su participación en el juicio al exjugador de fútbol americano le terminó de poner en el mapa mediático a finales de los 90. Desde ese momento, su nombre ha sido una constante en la crónica de sucesos estadounidense. Siempre guiado por "el misterio, la emoción del descubrimiento y el rigor de la investigación", como dice en sus memorias, el doctor Baden tiene una máxima que le define bien como a un personaje digno de novela negra: "La especulación no termina ni cuando se ha terminado una autopsia".